miércoles, 30 de noviembre de 2011

amarillo típico

Que si hay algo que me gusta es ir por la rambla de La Cañada (veredita a la vera del canal que atraviesa la Córdoba), mirando el agua, rozando con una ramita de tipa los adoquines de la baranda ancha (valga la ignorancia arquitectónica); la misma baranda que alcanza para sentarse, acostarse, doblarse en ángulo recto y fumar cabeza abajo, llorar, silbar, caminar y correr y desvanecer, solo, acompañado, tomar mates o sol, o todo junto, la misma que a cuantos habrá tocado en su historia.
Raspa el empedrado el palito oscuro de tipa, al son de mi caminar por la rambla, tropieza con las junturas de cemento y se quiebra, justo cerca de algún otro que lo reemplaza en el raspaje áspero y grisáceo que musicaliza mi andar a pie. Se gastan, pero sigo, sabiendo que hay más esperando y que parte del ritmo también es el cese, el silencio sin ramita que hace sobresalir el cuchicheo del correr del agua. Y los restos de tronquitos que voy dejando.

Vuelan y anidan entre rulos de transeúntes típicas* florcitas amarillas en verano o las semillas voladoras en otoño, mientras camino absorta por cuadras y cuadras sin poder cruzar a la vereda sin cañada. Siempre una mano desocupada.


Y en el bramido atroz de la ciudad o en el desamparo abrumador de ciertas tardes, es el sonido del agua y de la ramita raspando lo más parecido al inicio de un poco de calma.


*típicas: adj. Calidad “de tipa”; p.e. flores amarillas típicas 

2 comentarios:

  1. nostalgia purita me dio leerte.
    Aunque no estoy segura de que se pueda escuchar realmente el agua de la cañada... se puede??? Igual, siempre está el palito para encontrar la calma.

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  2. si que se puede escuchar vero!! abrazo! y te mando un poquito del sonido...

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