Cuelga un pelo de la mochila que está en el maletero del colectivo. Un pelo que fue mío pende de mi mochila y lo veo de pie a la hora en que todos vamos de pie en transporte interurbano un lunes a los trabajos. Curva, contracurva, curva, curva; termina en rulo (de fondo la ventana que mira al este), y el sol saliendo lo torna-sola. Y el ómnibus andando lo torna-móvil. Se mece mi cabello frente a mí y lo siento libre, suelto, largo. Ante una frenada conoce el volar, pero sin dejar de pender.
Pelo pende ya no en mi espalda, entre dos pasajeros sentados que no saben de él. Pelo ama pender y dice que implica amplitud circular de acción.
Pender y trenzas, antónimos para los cabellos.
“…gracias pelo, caballo,
mandarino…”.
Oliverio Girondo