martes, 20 de diciembre de 2011

marrón


 No se sabe del calor del interior de los bolsillos hasta que se pone en ellos un chocolate. No se sabe del olor del espacio entre el dedo índice y el mayor de la mano hasta que te hacen el jueguito de robarte la punta de la nariz. No se sabe formar color marrón hasta que no mezclas todos los colores sin sentido alguno y sin miedo.

Hay días en que no me da ganas de usar comas.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Transparente


“…la lluvia es bella y triste (…) y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría”.
Raúl González Tuñón




Y si una gota de lluvia en el párpado, olor a durazno entre las sábanas o un diapasón sobre un rollo de papel higiénico…

miércoles, 30 de noviembre de 2011

amarillo típico

Que si hay algo que me gusta es ir por la rambla de La Cañada (veredita a la vera del canal que atraviesa la Córdoba), mirando el agua, rozando con una ramita de tipa los adoquines de la baranda ancha (valga la ignorancia arquitectónica); la misma baranda que alcanza para sentarse, acostarse, doblarse en ángulo recto y fumar cabeza abajo, llorar, silbar, caminar y correr y desvanecer, solo, acompañado, tomar mates o sol, o todo junto, la misma que a cuantos habrá tocado en su historia.
Raspa el empedrado el palito oscuro de tipa, al son de mi caminar por la rambla, tropieza con las junturas de cemento y se quiebra, justo cerca de algún otro que lo reemplaza en el raspaje áspero y grisáceo que musicaliza mi andar a pie. Se gastan, pero sigo, sabiendo que hay más esperando y que parte del ritmo también es el cese, el silencio sin ramita que hace sobresalir el cuchicheo del correr del agua. Y los restos de tronquitos que voy dejando.

Vuelan y anidan entre rulos de transeúntes típicas* florcitas amarillas en verano o las semillas voladoras en otoño, mientras camino absorta por cuadras y cuadras sin poder cruzar a la vereda sin cañada. Siempre una mano desocupada.


Y en el bramido atroz de la ciudad o en el desamparo abrumador de ciertas tardes, es el sonido del agua y de la ramita raspando lo más parecido al inicio de un poco de calma.


*típicas: adj. Calidad “de tipa”; p.e. flores amarillas típicas 

domingo, 13 de noviembre de 2011

amarillo pálido

Sí, quince centímetros de diámetro. Hace días necesitaba azúcar, contundente azúcar, algo que implique dulce de leche o miel aporta contundente-azúcar, y entonces se decidió: como en los viejos tiempos, un alfajor de maicena, de fécula de maíz le gustaría decir para no regalar propaganda a cualquiera, pero es largo y además la maicena ya no es cualquiera en este país. Es maicena. Amarillo muy muy pálido entonces: mientras menos intenso, menos artificial, por supuesto si la maicena es blanca –la caja es amarilla-; menos amarillo, más maicena-maicena, menos caja;  relleno con mucho mucho dulce de leche. Puede haber algo más delicioso que un alfajor de maicena con dulce de leche y coco rallado recubriéndole el pudor del canto? Puede?
La mejor parte es cuando al finalizar, quedan todas las migas en la bolsita en que te lo vendieron suelto en la panadería de pueblo (ni los de kiosco ni los de panadería de ciudad son lo mismo), entonces uno toma esa bolsita, estira una de las esquinas del extremo abierto formando una especie de pico vertedor, emprolija los bordes, la inclina apoyándolos suavemente en el labio inferior y empuja el fondo arrugándolo para que las migas empiecen a correr para la salida.
Siempre, siempre, pasan dos cosas: una, uno recuerda con cierta mezcla de culpa y satisfacción por la venganza la cara fruncida de algún familiar que alguna vez reprimió el gesto; otra, mitad de las migas siguen fugaces la canaleta de nylon y llegan a la boca, mitad restante cae en los ojos.

El alfajor de maicena se termina cuando también comen los ojos.

jueves, 10 de noviembre de 2011

frambuesa

“…son libres y por eso tiemblan”
Bernard-Marie Koltes
(“En la soledad de los campos de algodón”)

Vibran el piso y los tobillos con cada C4 que pasa por la esquina; me oscilan la mano y el dedo mayor izquierdo con un do sostenido; tiemblan la boca y los aductores de mis muslos cuando siento el viento sur en la cara.
Sacudir involuntariamente rítmico de mis párpados bajando por la Pueyrredón rápido en bici; muévense los dedos del pie con Mr.Tambourine Man de Dylan un domingo a la mañana; flamea la botamanga del pantalón naranja cuando camino o me río, y vibran todos mis flecos con el recuerdo de algunos besos y con Dvorák.
Diapasón gigante invisible que posa en mi superficie y me estremece entera, sin avisar; soy gelatina de frambuesa no queriéndolo.
Y en y por el espasmo mismo, tiemblo de miedo.
(Se perpetúa y amplifica y nunca es por frío).
Si los instantes de temblor son la guía más franca, el mismísimo tiritar de la aguja momentos antes de señalar el norte, que la palestesia me sea brújula, digo; sé que voy a temblar también antes de encontrarte.

viernes, 28 de octubre de 2011

tornasolado

Cuelga un pelo de la mochila que está en el maletero del colectivo. Un pelo que fue mío pende de mi mochila y lo veo de pie a la hora en que todos vamos de pie en transporte interurbano un lunes a los trabajos. Curva, contracurva, curva, curva; termina en rulo (de fondo la ventana que mira al este), y el sol saliendo lo torna-sola. Y el ómnibus andando lo torna-móvil. Se mece mi cabello frente a mí y lo siento libre, suelto, largo. Ante una frenada conoce el volar, pero sin dejar de pender.

Pelo pende ya no en mi espalda, entre dos pasajeros sentados que no saben de él. Pelo ama pender y dice que implica amplitud circular de acción.
Pender y trenzas, antónimos para los cabellos.

“…gracias pelo, caballo, 
mandarino…”.
Oliverio Girondo
                              
                   

martes, 18 de octubre de 2011

azul celeste



No me había dado cuenta de que hay tantos jacarandaes, olmos, tipas y moreras en Córdoba.
Ni que el dolor de cabeza para mi es rosa.


Cuando me levante de la siesta y este lloviendo, ese día, como hoy, voy a llorar.

miércoles, 12 de octubre de 2011

dorado


“(…) lo que aun no tiene forma me protegerá”.
Roberto Bolaño
(De "La Universidad
Desconocida")

Saluda con una sonrisa de ojos negros grandes y muestra un elefantito dorado tan chiquito como la yema de su índice, lo encontré recién seño. Después toca el violín con el elefantito en la palma de mano izquierda sin que se le caiga. Uñas largas, dedos sucios, elefantito en la palma y las quejas de siempre de no estar en el recreo, pero toca sin parar como nunca antes.
Se va con otra sonrisa de ojos negros; vuelve enseguida corriendo y lanza rodando por el piso una bolita de vidrio blanca salpicada con lengüitas naranjas, verdes y amarillas. Tome seño.
Los compañeros dicen que llevaba esa bolita a todos lados.
Ahora, elefantito en la palma.

sábado, 17 de septiembre de 2011

rosado


Si me dieran a elegir qué basura encontrar tirada y yo respondiera que habría que ponerse a definir lo que es basura, sin pensarlo mucho, bueno si no pensara no estaría eligiendo, bueno, pensando no mucho, y ahora, bueno, ninguna; pero me insistieran, y yo respondiera lo mismo, pero insistieran más, y antes de ponerme bélica o irme me palmearan la espalda y me dijeran que es un juego, respondería que cáscaras-de-naranja-y-mandarina-y-limones…y si frente a esa respuesta continuaran con que eso no es basura, estaría de acuerdo y agregaría, bueno entonces, gotas-de-mate, frente a lo que mis interlocutores: si se desaparece solo y rápido no es basura es circunstancia, como los granos en la cara, además de reírme, seguiría con la opción de papeles-de-colores-no-nylon, ante lo cual seguramente responderían lo mismo…y entonces algo fastidiada pero disfrutando del desafío diría palitos-de-plástico-blancos-de-los-que-son-eje-y-sostienen-los-algodones-de-azúcar-comestibles…ahora sonreirían ellos relajados, imaginando un permanente circular de personitas comiendo algodones, pidiendo algodones, con bigotes rosados sobre sus labios, y dedos índice, mayor y pulgar melosos, tirando los palitos semiteñidos al piso, que otro recogería a la noche y llevaría a reciclar, o a veces enhebraría en secreto en su casa (mientras su hijo come un algodón y sigue en remojo la camiseta con manchas rosadas) para hacer un largo collar para algún gigante de la misma familia creativa de los que andan preguntando cosas raras a cualquiera para buscarle la vuelta a esto de vivir...
Gracias! les saldría mientras cesan de imaginar; a ustedes diría yo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

almendra


Estaba cruzando la calle cuando vi en el cemento una almendra.
Una almendra en el medio de la ciudad entre el cordón y el hilo de brea que interrumpe la planchota grisásea que hace de no-vereda. Desnuda, peladita, sin caparazón, burlando con su sola presencia el ritmo de la urbanidad. Interrumpiendo el espacio del agua de cuneta, al alcance de la vista pero lo suficientemente pacífica como para no generar ganas de patearla (como generan otras tantas cosas al alcance de la vista y de la zapatilla en las veredas o en las calles de  las ciudades).
Una almendra puede contra las ganas de patear.
Soy la almendra que te mira desde abajo, soy el aceite que transcurre imperceptible entre la piel morena arrugada y la carne blanca y tersa. Soy lo que llevas en el pelo y en el cutis incorporado en el champú y en la crema de moda mirándote desde el piso y sabiendo que no sabes que miro. Soy portadora de los ácidos grasos escenciales que te venden los adventistas en sus galletas sanas. Y soy la dueña de la vitamina E, soy la almEndra que se caga en tu existencia citadina escapando de la bolsita de frutos secos rancios que ofertan  en las dietéticas y que, por tus hábitos higiénicos de ciudad heredados y no cuestionados, no te animas a recoger aunque me hayas visto caer, aunque me estés viendo yacer, aunque te encante, aunque me oigas mi voz con carraspera que es distintiva de nosotras las almendras y quieras curiosamente comprobar si estoy hablando o no.
No me levantas. Me río otra vez.
jEEEmmmEEEmmmm.mEnnnn.EEE.
Gozando en secreto de las vibraciones que a cada paso de cada rueda la hacían saltar se queda a la vera del camino la almEndra, avanzo un par de cuadras y tomo el colectivo para volver a las sierras.
No pude dormir en el viaje, no pude dejar de pensarla.
Colgar almendras con hilo choricero en los postes de luz y parquímetros, repartir en los mostradores de los negocios y poner dispensers en la mitad de cuadra; sí, antioxidante, buen aroma, y las almEndras también cantan canciones francesas con vos ronca bellísimas.
Pacificar almendrizando. Y helado amarillo y spinetta para todos.

lunes, 5 de septiembre de 2011

violeta oscuro

Una mujer se hace la dormida sentada en el lado de afuera de uno de los ventanales de la casa de comidas. Al lado suyo, un centro de estética con un cartel de colores pastel con una silueta femenina que dicta cuidátucolumna
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Viene hacia la mujer cada varios minutos un niño, de no más de doce, jorobado, la escoliosis del lado izquierdo le acorta también ese bracito. Tiene el buzo azul arremangado como pudo, la mano deformada, le faltan dientes y habla mal. Y se acerca a los taxis y pide. A los autos de los padres de los alumnos del Monserrat y pide. A los negocios de ropa que ya cierran y pide. Pide sin hablar. Extiende la mano sana. Y al rato le lleva a la mujer dormida las monedas que junta. Ella abre los ojos, recibe, guarda en su bolso amarillo flúor, se reclina y sigue dormitando. No habla. No grita. No le molestan los bocinazos de la cuadra más trabada a esa hora del centro de Córdoba. A él tampoco.
Pasa alguien silbando alfonsina y el mar.

Hoy además, vi demasiada gente vestida de violeta oscuro.