mis padres eran sordos
mis abuelos eran sordos
mis vecinos
mis amigos y mis almohadas
sordos
nadie que oyera
que emitiera melodías
no había árboles con pájaros y trinos
no había discos
ni mantras ni cantos ni zapatos de taco
ni preguntas
pero saltaba el maíz y reventaba en blanco contra la cacerola
cuando llovía
yo le ponía azúcar y lo acaramelaba
ahí conocí el ritmo
saltando
azucarando
pedí por carta una radio a la abuela sorda
construí lento edificios musicales sobre el silencio de casa
me fue creciendo una ciudad tímida pero sonora en la pierna
y aldeítas cascabeleantes por los codos
como los silbidos ocupan de a poco
cuando cesan los gritos
el vacío que sigue al bombardeo
tuve la radio
dí cuerpo y besos por partituras
coleccioné estribillos de la plaza
dejé las almohadas
hoy me tiembla el arco porque fluctúa el punto de apoyo
por los cascabeles de los brazos
que pesan
será
y sí
la salida del silencio hace temblar
y no
no conozco esa canción
ni otras
pero sé bailar sin música
mejor que nadie
diadelpotus
(meteorológicamente hablando)
jueves, 18 de junio de 2015
viernes, 24 de enero de 2014
verde metalizado
Señores pasajeros antes que nada disculpen la
molestia que pueda ocasionarles,
26 agujas, 4 hilos de 50 metros cada uno, un
enhebrador
voy a distraer un minuto de su amable atención
26 agujas, 4 hilos de 50 metros cada uno, un
enhebrador
por 10 pesitos nada más
no es una canastita, no señor pasajero
26 agujas:
agujas colchoneras, agujas para coser matambre, agujas para el fútbol,
agujas para hilván
4 carreteles de hilo de colores diferentes: pueden
elegir colores clásicos o verdes y fucsias, 50 metros para coser a mano o a
máquina
y el siempre tan útil enhebrador
todo empaquetado prolijamente para llevar
26 agujas, 4 hilos de 50 metros cada uno, un
enhebrador .
sin compromiso, ya le retiro señor pasajero.
Uno por acá gracias
gracias gracias gracias
sin compromiso
gracias gracias gracias
gracias.
Las miles de veces que agradece por día, a
treinta pasajeros por colectivo, a seis colectivos por hora, a ocho horas por
día, a seis días por semana mientras no haya paro de transporte.
Si hay paro, se queda en la cama carraspeando
sin amable atención.
Dicen que hay un nódulo que sale en las
cuerdas vocales por tanto pronunciar gracias.
Parece que tiene forma de G.
Desaparece pinchándolo con una aguja.
martes, 12 de junio de 2012
blanco brillo
Los sábados de
otoño, a la mañana, se forma sobre la cañada una nube sin igual, una nube de
alitas blancas, que gira en todos los sentidos, impredecible en su rotar y en su
forma, que sube y baja y se estira y compacta en segundos, como toda masa de
viditas siendo.
Son libélulas o mosquitos o polillas o zancudos, con seis
patas y voladores, que se reúnen cuando las calles vibran poco y muchos
duermen.
Brillan, brillan en cantidad, encandilan; se refleja en cada alita el sol del
este, y es tanto el brillo, tanto, tanto para tan temprano, tanto para tanta
simpleza, más aún que todo el brillo de las cientos de chapitas del cemento
desparejo de la 25 de mayo ente Salta y Maipú y del agüita que se acumula en la
esquina de los ojos después de bostezar. Más que todo ese brillo junto.Y entonces
hay que seguir, porque la vista enceguecida lo pide, pero te vas pensando que bailan
una música que no escuchamos, en esa pista de baile que nadie usa que es el
gran espacio vacío entre la superficie del agua, las paredes de la cañada y el
cielo.
Cohesión impresionante y armónica e íntima danza aérea.
Yo las vi: formaron una flor de aromo, una mano mojando pan
en la yema de un huevo frito, formaron una L gigante y formaron una frase de un
poema que no conozco.
Obra de arte silenciosa, pero huracanada, intensa y fugaz.
Obra de vida.
Brillo del girar.
Cuando me pierda, suspéndanme una
mañana de sábado en ese espacio mágico, y dejen, sin dudarlo, que las alitas me
envuelvan, me sacudan y me impregnen de todo ese brillo.
Si regreso, les cuento de la música
que suena.
martes, 1 de mayo de 2012
martes, 27 de marzo de 2012
gris sur
Pedalear hacia el sur cuando hay viento del sur en otoño requiere mucha pasión, mucha. Y cuádriceps. Y durante tan intenso proceder, esta vez llegó una mariposa y se posó en mi pecho, y se quedó ahí, entre el bordecito de la remera y el calor de la piel.
Al principio me sentí como parrilla-delantera-de-camión, de esas que atrapan insectos, estrellan, descuartizan, aprisionan, coleccionan alas, patas y bollitos de polvillo amarillo de alas, y casi atino a espantarla, para que siga, porque no quise de ninguna manera frenar su vuelo facilitado por la ráfaga, ni vulnerar su autonomía, ni demorar su circuito, ni ser causa de desperdicio de segundos preciados de su corta vida, ni arrebatar su libertad. Pero enseguida la vi caminar en círculos y acomodarse, arrulladita, cosquilleante, aleteando lento como siempre que las mariposas tienen un plan, y entendí su decisión (pedalear mirando el pecho requiere mucha más pasión).
Mariposa desde el sur eligiendo instantes en la trastienda de la ropa, en los relieves del esternón. Saberse efímera y elegir el calor. Conocer del fin y elegir el pecho ajeno. Soportar la ida del verano (y otras idas) reposando sobre alguna piel tibia.
Frente a la finitud de la existencia, la candidez del escote.
martes, 20 de diciembre de 2011
marrón
Hay días en que no me da ganas de usar comas.
jueves, 15 de diciembre de 2011
Transparente
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