La mejor parte es cuando al finalizar, quedan todas las migas en la bolsita en que te lo vendieron suelto en la panadería de pueblo (ni los de kiosco ni los de panadería de ciudad son lo mismo), entonces uno toma esa bolsita, estira una de las esquinas del extremo abierto formando una especie de pico vertedor, emprolija los bordes, la inclina apoyándolos suavemente en el labio inferior y empuja el fondo arrugándolo para que las migas empiecen a correr para la salida.
Siempre, siempre, pasan dos cosas: una, uno recuerda con cierta mezcla de culpa y satisfacción por la venganza la cara fruncida de algún familiar que alguna vez reprimió el gesto; otra, mitad de las migas siguen fugaces la canaleta de nylon y llegan a la boca, mitad restante cae en los ojos.
El alfajor de maicena se termina cuando también comen los ojos.
mE Encantó!!!y me dieron ganas urgentes de un alfajor de maicena que me entre hasta por los ojos
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