lunes, 5 de septiembre de 2011

violeta oscuro

Una mujer se hace la dormida sentada en el lado de afuera de uno de los ventanales de la casa de comidas. Al lado suyo, un centro de estética con un cartel de colores pastel con una silueta femenina que dicta cuidátucolumna
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Viene hacia la mujer cada varios minutos un niño, de no más de doce, jorobado, la escoliosis del lado izquierdo le acorta también ese bracito. Tiene el buzo azul arremangado como pudo, la mano deformada, le faltan dientes y habla mal. Y se acerca a los taxis y pide. A los autos de los padres de los alumnos del Monserrat y pide. A los negocios de ropa que ya cierran y pide. Pide sin hablar. Extiende la mano sana. Y al rato le lleva a la mujer dormida las monedas que junta. Ella abre los ojos, recibe, guarda en su bolso amarillo flúor, se reclina y sigue dormitando. No habla. No grita. No le molestan los bocinazos de la cuadra más trabada a esa hora del centro de Córdoba. A él tampoco.
Pasa alguien silbando alfonsina y el mar.

Hoy además, vi demasiada gente vestida de violeta oscuro.

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