Gracias! les saldría mientras cesan de imaginar; a ustedes diría yo.
sábado, 17 de septiembre de 2011
rosado
domingo, 11 de septiembre de 2011
almendra
Estaba cruzando la calle cuando vi en el cemento una almendra.
Una almendra en el medio de la ciudad entre el cordón y el hilo de brea que interrumpe la planchota grisásea que hace de no-vereda. Desnuda, peladita, sin caparazón, burlando con su sola presencia el ritmo de la urbanidad. Interrumpiendo el espacio del agua de cuneta, al alcance de la vista pero lo suficientemente pacífica como para no generar ganas de patearla (como generan otras tantas cosas al alcance de la vista y de la zapatilla en las veredas o en las calles de las ciudades).
Una almendra puede contra las ganas de patear.
Soy la almendra que te mira desde abajo, soy el aceite que transcurre imperceptible entre la piel morena arrugada y la carne blanca y tersa. Soy lo que llevas en el pelo y en el cutis incorporado en el champú y en la crema de moda mirándote desde el piso y sabiendo que no sabes que miro. Soy portadora de los ácidos grasos escenciales que te venden los adventistas en sus galletas sanas. Y soy la dueña de la vitamina E, soy la almEndra que se caga en tu existencia citadina escapando de la bolsita de frutos secos rancios que ofertan en las dietéticas y que, por tus hábitos higiénicos de ciudad heredados y no cuestionados, no te animas a recoger aunque me hayas visto caer, aunque me estés viendo yacer, aunque te encante, aunque me oigas mi voz con carraspera que es distintiva de nosotras las almendras y quieras curiosamente comprobar si estoy hablando o no.
No me levantas. Me río otra vez.
jEEEmmmEEEmmmm.mEnnnn.EEE.
Gozando en secreto de las vibraciones que a cada paso de cada rueda la hacían saltar se queda a la vera del camino la almEndra, avanzo un par de cuadras y tomo el colectivo para volver a las sierras.
No pude dormir en el viaje, no pude dejar de pensarla.
Colgar almendras con hilo choricero en los postes de luz y parquímetros, repartir en los mostradores de los negocios y poner dispensers en la mitad de cuadra; sí, antioxidante, buen aroma, y las almEndras también cantan canciones francesas con vos ronca bellísimas.
Pacificar almendrizando. Y helado amarillo y spinetta para todos.
lunes, 5 de septiembre de 2011
violeta oscuro
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Viene hacia la mujer cada varios minutos un niño, de no más de doce, jorobado, la escoliosis del lado izquierdo le acorta también ese bracito. Tiene el buzo azul arremangado como pudo, la mano deformada, le faltan dientes y habla mal. Y se acerca a los taxis y pide. A los autos de los padres de los alumnos del Monserrat y pide. A los negocios de ropa que ya cierran y pide. Pide sin hablar. Extiende la mano sana. Y al rato le lleva a la mujer dormida las monedas que junta. Ella abre los ojos, recibe, guarda en su bolso amarillo flúor, se reclina y sigue dormitando. No habla. No grita. No le molestan los bocinazos de la cuadra más trabada a esa hora del centro de Córdoba. A él tampoco.
Pasa alguien silbando alfonsina y el mar.
Hoy además, vi demasiada gente vestida de violeta oscuro.
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